martes, noviembre 28, 2006
Por: "Animah"
Foto: "El deseo de la mujer"- Oleo sobre lienzo - Nicolás González Gutiérrez
Permitir que la memoria active aquellos “yo” que creíamos muertos, que nos miren a los ojos y nos recuerden todo lo que significó vivir un amor en libertad. Permitir que la certeza absoluta, sobre la imposibilidad de este amor, se rompa, a través de una pequeña fisura, que no es otra cosa que sentir que mi cuerpo reacciona, frente a las palabras del otro. Permitir que todo esto ocurra, en instantes que se imponen, a los cientos de días de ausencia, borren el pasado y te trasladen a un eterno presente.
Hace días que su imagen se enreda en mi cuerpo y en mi alma, como una segunda piel…
De nuevo emerge la imagen de la amazona y de la orfebre. Quizá ahora, ya no disociadas como antes, sino en una extraña alquimia, que las funde y produce algo nuevo. Hoy me despertó este cuerpo a gritos. Hoy me despertó un cuerpo que si bien reconoce su ser guerrero, también sabe de su capacidad para estar en el mundo, dispuesta para el amor. Hoy la amazona, la guerrera, reclama su lugar, no para destruir, sino para luchar por el amor…
Ayer asistimos al ritual por los niños, que murieron a propósito del atentado al Palacio de Nariño. Después de este ritual en el cual miles de habitantes de Bogotá nos unimos para rechazar la muerte de niños y niñas, involucrados de manera absurda en este conflicto, me sentí vacía. Las lágrimas afloran hoy con facilidad y un profundo sentimiento de rabia y al mismo tiempo de ternura, me invaden. Rabia por la impotencia que sentimos frente a esta violencia sinsentido y devastadora, ternura al recordar, los cientos de niñas y niños que ayer cantaron por la vida ¿cómo salir de este momento demencial y destructor? Y de pronto recuerdo un fragmento de Antígona cuando exclama, en Tebas frente al cadáver insepulto de su hermano Polineces: “No he nacido para compartir el odio, sino el amor”.
Esta guerrera efímera, cuya pasión conozco.
Esta amazona ambigua, cuyo temor me asusta.
Acaso no está siempre, acechando mi vida,
¿Arrojando destellos de incertidumbre y muerte?
domingo, noviembre 26, 2006
Estados Pigmentados
Por: Nico Almalgia
Tengo maquillada la cara. Mi oficio es hacer reír a la gente cueste lo que cueste; a veces a los niños, a veces a los grandes, pero siempre la finalidad es arrancar una sonrisa irónica y cruel a sus rostros sedientos de burla. Día tras día, con una faena que comienza en las mañanas que ven mi despertar sumido en amargo gesto, saco los pinceles despelucados, algunos al borde de la calvicie y esgrimo sobre mí, la condena de la mofa eterna, sacrificio por el entretenimiento ajeno.
No entiendo en qué momento esta sonrisa estúpida y plastificada se apoderó de mi rictus. Siempre fui una persona común, ni amargada ni alegre, que reía cuando debía reírse y que callaba cuando debía callarse. Tampoco fui persona de muchas compañías, procuraba la tranquilidad de la reflexión y el éxtasis de una buena conversación con selectos interlocutores con los que hablábamos de temas varios, desde banalidades cotidianas hasta política e incluso bellas artes.
¡No se en qué minuto del reloj que controlo minuciosamente perdí el control! Parece como si una amnesia espontánea me hubiese nublado por completo en algún punto de mi vida. Si, es cierto que en ocasiones caía presa de una desazón inexplicable, pero siempre emergía de ella triunfante, blandiendo una lucidez y una racionalidad excepcionales. No se cómo ni porqué me vi de un día para otro vestido con atuendos rebosantes de color, con la cara empastada de pintura para mimos, riendo escandalosamente y sonriendo como si la vida fuese una eterna burla; no se, a lo mejor lo hice en un brote desesperado por salir de alguna crisis sin solución y en el intento, perdí definitivamente la razón.
En pocas palabras, no se cómo terminé siendo un payaso; el pasado a estas alturas del viaje no interesa porque ya SOY UN PAYASO y esta condición es definitiva.
Sin más quejas, procedo a contar lo que quiero contar. Anoche, como si se tratase de una pesada broma del universo, el grasoso maquillaje no quiso desprenderse de mi rostro. Por más que ejecuté el tedioso ritual una y otra vez, el pigmento no quiso ceder, por lo tuve que resignarme a vivir con cara de payaso para siempre. El panorama se tornó angustiante: Ya no tendría siquiera un momento para ser lo que alguna vez fui, ahora la malvada sombra de la risa vacua estaría conmigo a cada instante sin descanso.
Anoche comencé a sentirme más triste de lo normal, la payasada ya no tuvo ninguna gracia. Empecé a hacerme a la idea de que sería un ser de eterna risa sin sentido, un retrato de una felicidad esfumada por el viento. Empecé a sentirme un cuerpo sin alma que deambularía por el mundo sembrando alegría sin probar siquiera un poco de esta. El maquillaje sería una farsa insomne, un fantasma sin descanso que me asolaría la existencia de sol a luna y de luna a sol, haciéndome cargar una cruz de risa a cuestas. Anoche fue el aliento postrimero de mi cordura.
Esta mañana, sin necesidad de ataviarme de colores y ridículos ornamentos, salgo de mi lastimera posada corriendo. Corro, empiezo a correr sin importarme por dónde voy. Sólo quiero correr por las calles, por las nubes, por cualquier lugar donde no tenga que ver y escuchar una sola risa más, porque ya estoy harto de esa mueca insulsa que me está encalambrando las mejillas. Corro intentando sudar esa felicidad grasienta que se aferra a mi piel como un náufrago en altamar que se agarra de cualquier cosa para mantenerse a flote. Corro sin detenerme y en la carrera me agobian preguntas existenciales, de esas que inducen a los hombres al suicidio, ¡qué ridículo! un payaso estremecido por preguntas existenciales.
Para suerte mía, el maquillaje ha comenzado a ablandarse gracias al efecto purgatorio del sudor. Luego de muchas horas de correr sin rumbo llego a una casa vieja y destruida. Un impulso me obliga a treparme al techo susceptible de caerse. No se porqué, pero esta casa me es incómodamente familiar, lo siento a medida que asciendo con dificultad. ¡No importa, no importa, lo relevante ahora es trepar, trepar para sudar! ¡Todo lo demás no interesa, la vida de un payaso es trivial!
Encima de la casa encuentro un agujero que deja ver el interior. Ahora se porqué me resultaba conocido el lugar ¡Es mi casa! ¿No es gracioso? He corrido en círculos durante horas sin darme cuenta. Tal parece que todo lo que hago desde que me volví un payaso es ajeno a mi razón; es como si una especie de estado esquizofrénico camuflado en un traje luminoso diera cuenta de mis acciones.
Lo que se ve por el hueco es mi habitación, simple, desvaída y taciturna. Desde que permanezco maquillado, todo se ha hecho desconocido, y eso que sólo ha transcurrido una noche. Entro a hurtadillas por el diminuto espacio y me desgonzo abatido en la cama. Las lágrimas se unen a la procesión de sudor que desciende por las curvas de mi cara. Al mezclarse ambas sustancias salobres, el maquillaje emprende su silenciosa y solemne retirada.
La escena de mi condena no fue más que una alucinación de un sujeto solo y amargado, que quién sabe cuántos otros delirios ha vivido. Ya no puedo confiar ni siquiera en mis recuerdos, porque ellos también me han hecho la chanza y se burlan de mí como un payaso. ¿Habré nacido payaso o me lo habré inventado? ¡Qué gran actuación, muy convincente!
La tristeza se encarga de diluir incluso las fachadas que el hombre impone a su vida…
sábado, noviembre 18, 2006
Poemas
Por: Luis Edilberto Ramírez Alfonso. Nació el 23 de abril de 1981 en Bogota( Colombia).
Algunos de sus poemas aparecen en el libro “Ciudad hecha palabra”.
FIEBRE
Con la fiebre el delirio
Figurillas ruborizas
se desdoblan en piernas
con colas y cascabeles
agitándose detrás de los párpados.
La fiebre es de los amantes
El delirio de la poesía
no hay poesías sin grandes senos,
ni amantes sin largas letras
¿Y que?
Pronto la fiebre baja
y yo me bajo sudando
de las ya dormitadas letras.
GUERRA
¿Piedra, papel o tijera?
-Piedra-
-tijera-
¡¡Perdí!!
¿Piedra, papel o tijera?
-Papel-
-Tijera-
¡¡Perdió!!
¿Piedra, papel o tijera?
-Pistola-
-Tijera-
¿Pistola?
¿De donde saco usted pistola?
-En tiempos como este,
se consiguen por doquiera-
¡¡Perdimos!!.
ACUDO AL MAULLAR
Escucho un maullar, acudo a tu risa, a tus finos bigotes, húmedos de fina espesa nívea láctea; acudo minino a tu paladar exquisito de pavo, pescado, menudos manjares; acudo a tus fibras aromáticas, a tu áspera suavidad, entre lechos de plumas y algodón. Acudo a tu ternura afilada que contrae mi pálpito para dejar tus banquetes y tu trono, minino, acudo a tu nombre y nada más, no queda tiempo, ahora escucho un llanto, acudo a tu desamparo, a tu piel rosadita, es un niño en la calle que trina y se muere de hambre, de frío y de tanta ajena ignorancia.
Atenaza
Por: Mariana Garavito Posada
Entonces de repente el corazón desprevenido fue atenazado por las gélidas pinzas del dolor... y dolía... ¡demonios, como dolía!... la tensión aumentaba a cada respiración mientras las garras se cerraban cada vez con mas fuerza sobre el corazón… ella sorbía sus lagrimas desde adentro, ahogando su alma en las lagrimas ardientes, para evitar la quemazón del beso corrosivo de aquellas al salir, sobre la piel…
Entonces las esmeraldas se ahogaron en aquella salada sustancia... entonces las esmeraldas hirvieron en el frío fuego del dolor... mas la inundación no se desborda... el orgullo...¡el maldito orgullo! Es un buen dique...
Llora... ¡llora maldita sea!
Solo así las tenazas desaparecen... pues el calor húmedo de las lágrimas derrite el hielo del dolor...
Llora... ¡llora maldita sea!
Al diablo pues...
Amordaza el orgullo, rompe el dique
Y se libre de sentir el dolor... saboréalo...
la sangre sabe, te guste o no...
Sabes al fin que se inundan tus ojos por tanto ...
Llora por la agonía de todos los días...
de saberlo cerca pero lejos...
de saberlo en movimiento, pero parapléjico para tocarte...
al saberlo parlante, pero mudo para ti...
por la convulsión que recorre tu cuerpo pues no puedes tocarlo...
de saber que nunca lo tocarás....
Llora pues... ¡llora maldita sea!
De saber cuan ciego esta él
Y cuan inválida te hace esa ceguera....
viernes, noviembre 10, 2006
Por: Catalina Otalora Niño
En medio del infernal ruido nocturno y del espeso smog de las calles de Bogotá, en un pequeño parque, en forma de triángulo isósceles, ubicado de manera tal que bifurca una de las principales calles del distrito capital, llora una mujer sentada en una banca de madera podrida cubriendo con sus manos el rostro tratando de ocultar infructuosamente, ante los conductores que pasan sin cesar, el estruendo de su dolido llanto.
Ante esta mujer, de estatura promedio, regordeta y caribonita, una hermosa fuente, vaciada en aparente bronze, ya no emana agua. La esbelta figura femenina (tal vez una mujer amada) parece flotar en la penumbra, iluminada por debajo con una luz fría y verdosa embelleciendo ella el fin de la avenida y el inicio del barrio. Esta pila, desapercibida a la mayoría de habitantes de la ciudad, es un oasis, más bien, un espejismo en medio de la mole de concreto, el hierro retorcido y el ladrillo criollo; es el refugio para aquellos enamorados ilícitos, ancianos olvidados, viciosos justificados, para corazones rotos, extranjeros a la localidad donde la fuente sin agua ornamenta.
Aún con la cara tapada, sin querer mostrar la nariz hinchada y enrojecida por el llanto, la mujer del resquebrajado corazón, ya calma, percibe la fuente acariciada por el frío sereno de la noche. La primera vez que vio aquella figura femenina, eterna voladora, la sintió en el alma de mujer que quizo ser pájaro: Esa era una de aquellas noches de locura psicotrópica, desenfreno sensual, de confesión emocional; Sí, iba con el hombre que le mostró ese remanso pacífico, romántico, apacible. Caía en esa ocasión el agua en rítmico torrente, ligeramente turbia, fría. La condujo de la mano sin siquiera tocársela, sintiendo ella intriga del hombre misterio, de abundante cabellera negra sobre el rostro, regordete como ella, silencioso. Él, lavó la coraza de su corazón con el agua de la fuente invitándola al baño de luna que purificaría su sucia alma… ella accedió y desde ese instante se enamoró del hombre que le disolvió el amargo mugre que ennegrecía su solitario corazón.
Muy inocente y entregada ella, decidió darle a él “algo” de valor equitativo a semejante obsequio – ritual dado noches atrás. Después de pensarlo una y otra vez, su ya limpio corazón era lo único que poseía de tal valía y belleza: fuente de vida, propulsora de vital líquido, cavidad pura latente de inocencia. Decidió dárselo sin respuestas, sencillamente se lo entregaría al hombre capaz de reconocer la más sutil belleza escondida tras la negrura de la ciudad, eso era lo único que necesitaba saber. ¿Y cómo entregó su corazón? Actuó tal y como era: terca, rebelde, tierna, inteligentemente seductora; actuó sus vivencias, amores y desamores, frustraciones, dichas y alegrías, y era malcriada, insolente, neurótica. Una mujer completa, la niña – mujer que todo hombre quisiera poseer para cuidar, acoger, desear, vulnerar. Todas las mujeres son iguales llegó él a pensar, pero no, ella era diferente no por las decisiones que tomaba sino por la manera cómo las vivía . Le podía hacer sentir ganas de patearla por superflua y al mismo tiempo le hacía sentir ganas de someter su intelecto para creerse más sabiéndose menos. Ella le entregó el todo: los berracos traumas, la soledad, la depresión los acogía y los vivenciaba dentro de su corazón para que su amado no pasara por tales desdichas y pesares, le regaló toda la alegría y los triunfos que habían en ella para que en él solo hubiera orgullo sin lágrima ni dolo, tal era su entrega. Él no lo vio, no lo supo entender, solo veía el mal genio de su carácter, su cansada sonrisa. Y a ella no le importó, porque lo sabía hombre, entendía lo abrumador de su posición de pareja sin pretender ser dúo, lo vio sensible y traicionado… precisamente por ello quería su felicidad, así fuera a costa suya.
Recibió el castigo por tan pretenciosa ilusión. Sintió la bofetada, cuando en uno de esos arranques de los que solía tener, la puso en su sitio de manera equívoca. Ella buscaba el regaño abrazado, el sermón jocoso, el seductor fuste… mas encontró el grito feroz, la atroz sacudida, la consecuente mechoneada… ¿Pero ella qué había hecho? ¿ser ella misma? ¿Amarlo sin preguntas? Sintió el puñal trapero una, dos, hasta tres veces clavado a traición por la espalda, hasta partirle su trajinado corazón en dos, pero ella así lo amaba… la mujer recibiría los desprecios, era fuerte para soportarlos siempre y cuando él disfrutara por Ser. Para él, ya era demasiada carga, una que no buscó ni quiso; él, era hombre hambriento después de larga vigilia y ella, era mujer apetitosa demasiado dispuesta… ya saciado de presa, la sobremesa no pretende… sin más, la echó. La mujer lo sintió en el alma, se había burlado de ella con oscuras intenciones, él no entendió que ella vino a este mundo para sentir en demasía, todos sus actos provenían del amor.
Ahora, ya respirando por la nariz, con lágrimas secas que no terminaron el recorrido mejilla abajo, suspira el bonito adorno de la desconocida inspiración de otro, contempla aquella fuente sin agua, mira la mujer seca, de metal y viva luz que vuela sin haber alzado el vuelo, que levita sujeta por el aspersor taponado de hojas secas.
Circos de Muerte
Por: José Luis Hereyra
Ahora, al final de las vueltas
del alucinante circo,
cumplido el carrusel y el vértigo
de la montaña rusa también,
salgo del complejo parque de diversiones.
Pero al llegar a la calle,
frente al ruido de los autos ajenos a mí,
frente a tantas ventanas que se iluminan
al llegar la noche
y puertas que no están tranquilas
si no ha llegado su alguien,
no sé adónde ir.
Nadie me espera
en ningún lugar del mundo.
A veces, cuando he pensado
en desaparecerme
veo que no tiene sentido:
que no hay necesidad
de querer irse aquel quien para muchos
ya no existe.
Yo, quien fui cliente de todas las urgencias,
hoy no tengo prisa.
Y con mi ser
palpo el desfile de seres que se suceden
en mi corazón temblante.
Estoy tan lejos del riesgo
porque mi corazón siguió derecho
después de la muerte.
Y, además, porque lo que llaman “vida”
nunca ha sido suficiente
para convencerme.
No creo en la grandeza que nace
del no desear nada.
Porque llegar a no sentir
es haber negado hasta la luz
y el calor y el aire
donde siempre se ha guardado
el fuego.
Porque, ¿para qué vivir sin estaciones,
sin el verano que nos hace
palpar la fruta jugosa,
que nos hace de la fluyente sangre
un altar sucesivo
donde oficiar aún lo que no nos pueden
sostener como promesa?
Promesa alada, parte más de los sueños
que de lo que podemos retener.
Ahora, cuando las luces titilan
no sólo en el cielo
de los poetas muertos,
tengo la noche por delante
derramándose en el resto de mi vida.
Me extraña que yo, quien tanto buscó,
no corra ahora detrás de nada.
Ni me angustie frente a los espejismos
que alguna vez asolaron mi voluntad
e hicieron de mi, claro que otro buey.
El problema no es sino del toro,
sin bravura suficiente
para librarse de los circos de muerte.
Verso sin número
Por: "Zeus". Estudiante de psicología, U. Javeriana.
Cuando el ser espera
se confrontan en algún lugar
el odio y las esperanzas,
siendo esta una lucha en vano
Cuando el hombre sueña
no esta más que recreando sus anhelos
ante la imposibilidad cruel de los sentimientos
Entonces cuando te espero,
mientras sueño con tu rostro,
tan sólo me alejo más de ti
sin otra salida que plasmar mi corazón en un papel
en donde las traicioneras palabras
me ayudan a olvidarme de tu saber
jueves, noviembre 09, 2006
Introspección
Por: BloArt. Nació el 3 de agosto de 1985 en Bogotá. Es aficionado al cine, a la música y al baloncesto. Actualmente estudia Medios Audiovisuales en el Politécnico Grancolombiano.
Habiendo pesadillas en el alma,
sintiendo que nunca se van a acabar;
deseando siquiera haber nacido
deseando siquiera tener que amar
¿Cuándo ha comenzado todo esto?
¿Cuándo el sufrimiento comenzó a brotar?
¿Cuando será que el alma se alivia?
¿Cuando en la tumba tendré que morar?
La oscuridad en el interior
y este se ahoga en intenso dolor,
buscando respuestas en el altísimo creador
sin hallarlas, se siente un horrible temor.
¿Qué es la vida?
¿Qué es el ser?
¿Qué es el amor?
¿Por qué me sumerjo
en tristes pensamientos?
Quisiera estar viviendo en una aurora sin dolor
para sólo en buenos sentimientos flotar.
miércoles, noviembre 08, 2006
Por: Mariana Garavito Posada
Ilustración: "Cuando las cosas se hacen sin saber por qué, somos nada en lo realizable" - Carboncillo sobre papel - Helios Mar
Si bien no me gusta llorar,
me gusta saber que puedo…
que las lágrimas están allí.
Es cierto no me gusta cortarme,
me gusta saber que la sangre esta allí…
que manará si me cortase…
Si bien, no me gusta pensar que moriré,
me gusta saber que viví, vivo y viviré…
Aún cuando sea al borde de la muerte…
Aún cuando cada respiración me conduzca a ella.
Es cierto, no me gusta cuando duele…
¡Pero que agradable es sentirse vulnerable!
saber que unos brazos podrían consolarme…
aunque no estén.
Si bien no me gusta saber
que no me amas y que jamás lo harás,
me gusta saber porque te amo yo a ti…
Esa es la eterna ambivalencia …
Entender algo por su presencia y su ausencia….
Pues,
Sólo llorando se entiende
el sabor de la risa…
Sólo en la enfermedad entendemos
qué es la salud…
Sólo en la asfixia descubrimos
la maravilla del respirar…
Sólo cuando nos despelucamos
vemos la diferencia…
Por: Helios Mar
Ilustración: "Aquello que ha sido indeleble en tu mente sólo por verte" - Carboncillo sobre papel - Helios Mar
“EL AROMA QUE RESPIRO ME HACE RECORDAR,
LO QUE ALGÚN DIA FUE VIVIDO, ¡ASSS!”…
Aroma te siento
aroma, que silencio
sintiendo, sintiendo
aroma y el viento.
Recorro de atrás
grabados momentos
eres tu persona a la cual yo anhelo
¡asss..!, fragancia de cielo
navegando recuerdos
que vivir me han hecho.
Andando el camino
a diario en mi destino
tropiezo instantes
inolvidables y amantes
aroma te siento
sintiendo, sintiendo
aroma y el viento…
Perdido en los muelles de Hierba
Por: Andrés Castaño López
Allá, en la montaña venusina de la entrepierna de tu abrazo arácnido,
me topo con la noche que no oscurece y con el día que no clarifica,
me encuentro con la levedad furtiva de sentirme vivo y realmente estarlo,
sin patrañas,
sin angustias,
sin olvidos.
Allá, en donde tienen origen tus frases de amante extra-terrestre,
también hay pieles de osos
que lucharon una tarde de verano
contra el viento
y solo pudieron sacarle
un grito desgarrador a su acontecer libre.
Fue el que sonó al mismo tiempo
en que tu gemías tras las paredes cobrizas
de una cueva extraña en la que perdidos
nos miramos para nunca amarnos tanto,
para saber que en el regreso de la normalidad
todo se perdería en montones de papeles inútiles
y besos en blanco.
Allá, en el espacio cambiante que soporta mis pasos,
hablaré con la planta de marihuana y de sus hojas brotaran lágrimas y de sus tallos
saldrá sangre verde. Se pondrá más melancólica que los güaduales cuando sepa en
qué se gasta su magia infinita y su proposición de verdad escondida.
¡Ah! quiero saber en qué momento la garganta pidió besos de
una planta de perezosos y de activistas del alma, quiero encontrar el momento del tiempo en que el primer hombre fumó la tan anhelada canabolina...
Lo único que escucho son lamentos pordioseros de miles de hombres perdidos en la
lejanía de una cumbre o de un bosque.
Hombres que ya saben que el mundo Humano no es tal,
y que apenas llega a serlo,
y que apenas uno se da cuenta de eso.
¡Hierba hermosa, ayúdame a contactar al astro inocente de tu ritual sagrado!
¡Abrázame para sentir tu delgada piel de fibra-selva y poder llamar al viento por su mirada!
¡Levántame los párpados sobrepuestos y llévame al viaje cósmico del Universo!.....te estaré esperando en los muelles tristes de tu realidad terrestre y de tu infantasía trazada por bocas de hombres y mentiras.
Foto tomada de: http://entornomedico.net/adicciones/images/fotos/marihuana.jpg
El chico del saco de los rombos violetas
Por: John Darwin Alfonso Turga
De tez pálida, su castaño pelo era largo y terminaba como a
Llevaba su vida tranquila, ¿no le hacía daño a nadie…?, disfrutaba de ver
Él no entendía por qué su mamá se preocupaba por el poco pero notorio acné juvenil que había en su rostro y que de hecho tendía a desaparecer en su situación actual dada su edad, puesto que tenía 20 años. Pese a esto, un día tomando un tinto con 48 cucharadas de café y sin azúcar, decidió que no quería celebrar sus “cumpleaños” nunca jamás así que asumamos la posibilidad de que tenía todavía 18 años. Vestía zapatos vinotintos, una camisa color crema de cuadros que quemó con la plancha una mañana y a la cual puso en el lugar del incidente una etiqueta de tela con el nombre de una famosa boutique de mi ciudad (la camisa en cuestión ofrece una directa relación -en asuntos de matiz- con su pantalón color café rojizo).
Él se encontraba en
El clima era perfecto para que él no se quitara de encima su saco de Rombos violetas. Decidió que era el día perfecto para morir y se suicidó.
Murió ese día, y eso es lo que interesa.
sábado, noviembre 04, 2006
Un Ojo y Dos Lágrimas
Por: Catalina Otalora Niño. 28 años, tecnóloga en Cine y Fotografía, esposa y madre de dos hijos. Distribuye su tiempo entre su hogar, su trabajo en Photostudio como Jefe de Proyectos y su pasión:
Ilustració
Vine a casa de mis suegros a visitar a mi novio con nuestro hijo de seis meses. Ha sido un sábado normal, común como cualquiera; nada pasa y pasa de todo: de almuerzo comimos lentejas con arroz y aguacate, es la primera vez que nuestro hijo come granos. Mis suegros se van con una de mis cuñadas a visitar una tía que vive en el norte ¡Qué bien! los tres nos quedaremos solos, nos adueñaremos de la casa, de nuestras vidas, asumiremos por un pequeño instante nuestro sueño: ser una familia de verdad.
El bebé duerme seguro en cama de sus abuelos. Mi novio sale y consigue marihuana con un vecino; en realidad es muy poca pero, no importa… el problema es que no hay cuero con qué pegar nuestro porro; así, con la ansiedad acabando con nuestro poco sentido común, improvisamos y nos lo fumamos en un gotero, en una diminuta pipeta. Es mi primera vez después de nueve meses de embarazo y seis de lactancia; me sentí muy extraña, esta fuma era diferente a las demás, tal vez la maternidad si había cambiado algo en mí. Salí a comprar un cigarrillo y pensé, después de llevar años consumiendo, que reír y reír sin sentido, o con uno aparentemente sabio, era sencillamente estúpido. Estuve a punto de arrepentirme por volver a trabarme… mas el vicio había adormilado nuevamente al moralismo justo. De vuelta a la casa termino mi cigarrillo caminando por la calle estrecha que conduce a ella, en una de esas noches que aún no comienza para muchos. Lo termino, me siento muy rara, no lo puedo describir… haber tenido más de un año de abstinencia mientras en mí se gestaba vida, me había dado cierto toque de madurez femenina, pero ya no quería seguir creciendo, y con una mezcla de culpabilidad, consentimiento, riesgo y de sana demencia, entré de nuevo a la casa de mis suegros.
Con mi familia política de vuelta, todo volvió a la normalidad: comimos crèpes con queso, té en agua y pan; nuestro hijo tomó sopa licuada de zanahoria y habichuela en caldo de papa, después, un tetero de
Pensando en este sopor nocturno que me encanta, me doy cuenta de la felicidad que siento al lado de mi novio: hago el amor, fumo marihuana y me echo a ver televisión. También me doy cuenta que siempre he querido vivir en un cuarto como el de mi novio: un espacio pequeño pero bien iluminado, donde la cama, que es más bien un colchón tirado en el piso, está a la izquierda de la puerta; en frente, la mini biblioteca de sociología, poesía colombiana, utopías y sus escritos; al lado derecho, el televisor al nivel del piso prendido en un canal del estado; al otro lado, la mesa de dibujo, encima de ella una lamparita. En el tapete el overol amarillo y la pequeña camisa a cuadros del bebé y nuestra ropa. En las paredes sus dibujos adornando las desnudas paredes; en el remedo de espaldar de “nuestra cama” el dibujo que más me gusta sobresaliendo del resto: Un gran ojo entrecerrado de pupila violeta al cual, a cada extremo, le salen dos lágrimas que simulan ser mariposas multicolores. Así es el cuarto de mi amado, que hoy es nuestro, con su incienso, sus velas y su bufanda gris.
-Te quiero hacer el amor, me dice. Yo accedo, es ahora mi turno de aquietar mi éxtasis. Comienza besándome la boca, me abraza, empiezo a sentir el efecto de la marihuana mezclado con el amor. Sube mi camiseta hasta descubrirme los pezones, me los muerde suavecito, durito, delicioso. El padre de mi hijo me hace estremecer entre sus brazos, rechinando él sus dientes de placer, me baja el pantalón, me contempla y me complace.
Ya es de madrugada, no quiero dormirme; No quiero tener que despertar de la ilusión del fin de semana; No quiero tener que devolverme a casa de mi madre con mi hijo a la realidad del día a día; No quiero empezar la vieja lucha con mi novio por la plata que no da para leche y pañales; No quiero estar en mis cinco sentidos y darme cuenta que el sueño, sueño es.
jueves, noviembre 02, 2006
Canción de la lluvia nocturna
Por José Luis Hereyra. Escritor, poeta, traductor, periodista y docente internacional bilingüe, nacido en Barranquilla, Colombia. Estudió Filología e Idiomas en
La fina lluvia barre el techo
y no se decide a caer
de una vez por todas.
Lejos está mi hogar.
Lejos está mi techo.
Pero la noche es un ritual
de uno de los dos rostros
del Universo.
Está del otro lado del mundo el sol
que ahora a otros ilumina.
Sobre mi corazón el silencio.
Y la tiniebla.
Y no acierto a saber si quiero seguir vivo
o si empujaría un poco las sombras
hacia el descanso eterno.
¡Que falta me hacen María Teresa,
con su carita de koala,
Almita con su voz recién nacida
cada vez que habla
y Orianita con su decisión
de ganadora sentada en la ternura!
Truena, y es entonces cuando cae la lluvia.
Pero hasta los truenos se han ido quedando
muy solos.
Rasga la noche uno que otro relámpago.
Ya muy lejos.
Yo me he levantado a escribir
sobre la lluvia fugitiva.
Sé que nunca la lluvia
ha lamido la noche para destruir,
pero éste es un país lleno de sangre.
Y no es suficiente la lluvia
para lavar tanta muerte.
Entre nosotros el pan de cada día
y el café caliente persisten
aún a pesar de la sangre derramada.
Truena a lo lejos.
Yo amo la lluvia.
Y el silencio.
Y llueve.
*Los textos fueron publicados con el permiso del autor
EGOÍSTA
Por: Mariana Garavito Posada. Nació el 21 de mayo de 1987 en Bogotá. Entre sus pasatiempos favoritos se encuentra leer, escribir, ir a cine, salir con sus amigas y ver televisión. Actualmente estudia Psicología en
Egoísta por no soportar que tus labios hayan tenido otros labios antes que los míos;
egoísta por no soportar que tu alma tenga tantos tatuajes cuando yo quisiera ocuparla toda;
egoísta cuando se que tu corazón ha latido por tantas, cuando quiero que sólo lata por mi;
egoísta por no soportar que otras tantas te amasen antes que yo;
egoísta por saber que otras causaron y causarán más estremecimiento en tu cuerpo que el que yo lograría nunca
Cada mujer es única dirías,
lo es, lo se, pero esa iniquidad es la que me hace ser egoísta;
otras han sido únicas para ti y como tal están registradas
en tu mente, cuando yo quisiese ser la única que llenase esos anaqueles
y tal cosa no la puedes cambiar,
no puedes
aunque quisieras
tu lo sabes, yo lo se.