lunes, enero 29, 2007

Poemas
Por: Hugo Castaño Hernández
. Abogado, Investigador, Catedrático, Escritor, Maestro, Poeta y Periodista nacido en Anorí, Antioquia, el 13 de Abril de 1949. Sus padres: Pedro José y Carmelita. Fue Profesor de Idiomas, Historia y Filosofía en Anorí, Remedios y Sabaneta, Antioquia. Fue Rector en Remedios y Director de Núcleo Educativo en Yolombó, Antioquia. Actualmente trabaja como Abogado en la Dirección General Territorial de la Superintendencia de Servicios Públicos domiciliarios de Bogotá. Participó en 2005 en CIUDAD HECHA PALABRA de la Fundación EL PRETEXTO. Obras publicadas: Mirando al pasado y Poemas del medio día. Obras inéditas: Poemas Para Amantes, Romance Vivo, El Fuego de la Palabra, Poemas para Amar, Antología Poética, Poemas para ti, Obra Poética Completa, Ayer También Soñamos, El Mensaje de un Poema, Sobre la Piel de un Poema y Mis Sueños son poesía. Obras en preparación: Poemas para Antioquia, Huellas en mi Pueblo y La Nueva República.

EL MÁS FELIZ

Bogotá, Agosto 6 de 2005


Hay veces que me hundo en mis adentros

En busca de esperanzas o canciones

Mientras duerme taciturno mi silencio

O mientras pongo un silicio a mis pasiones.


Rujo como un león mientras acecho

La presa del dolor y la nostalgia.

Y miro alrededor casi deshecho

Y lleno de recuerdos y de magia.


La magia del ensueño vaga sola

Como solo voy yo con mi esperanza.

Se marchita una ilusión que me devora

Y un deseo incontenible que me alcanza.


El deseo por amarte hoy no resisto

Y como un puñal en mi pecho está clavado.

En soñar con tus besos yo persisto

Y en amarte para siempre enamorado.


Y en ese silencio sutil yo voy soñando

La esperanza feliz de ser tu dueño.

Si quisieras Mujer seguirme amando

Yo sería el más feliz yo con tus sueños.


COMO HAS SOÑADO

Bogotá, Agosto 02 de 2005


Hoy es un día de silencio, de esperanza.

Hoy mi alma suspiró tantos recuerdos.

Hoy le canto al dolor y a la nostalgia

Mientras pienso en el ayer lleno de besos.


De caricias un ayer eran mis sueños

Y de esperanzas abiertas mi futuro.

Yo esperé de un amor siempre ser dueño

Y entregarle con pasión un amor puro.


Pero el amor muchas veces tan esquivo

Y otras veces como fácil lo encontramos.

Sin embargo mi dolor sufriendo vivo

Por no hallarte mujer como soñamos.


Y si te encuentro en el silencio que conllevo

Yo feliz viviré siendo tu amado.

En tus brazos soñaré todos mis sueños

Y los tuyos serán como has soñado.


A ELLA

Medellín, Mayo 12 de 1986


Ella, al leerlos sabe para quién escribo!

Mis versos son el estilo de mi alma.

Y cuando ellos dicen lo que vivo

Siento en mí mismo la quietud, la calma!


A ELLA... ni la imaginé. Tampoco la soñé.

Pero una vez la vi, la amé y le hablé,

Y... nada más. Tuve que esperarla muchos días.

La amaba, la esperaba y la miraba. Aún no era mía.


Pero un día de esos cuando tomé sus manos

Y sus labios besé con toda el alma,

Lentamente descubrí su cuerpo, núbil como ella.

Y después de entregarnos nos amamos....!

Y hoy como ves, ya soy su esclavo.

domingo, enero 21, 2007

Canción para un Atardecer
Por:Alicia Cabrera
Miembro del Círculo Independiente Ñ de escritores
http://www.circuloindependiente.net

Ilustración: "Arbol al ocaso" - Oleo sobre tela - Nicolás González Gutiérrez

Nunca consideró que aquello podría suceder pero pasó. Caía la tarde, una hermosa tarde de otoño, su estación preferida. Sentada en un banco del parque como todas las tardes desde que le había conocido, recordaba lo acaecido los últimos años de su vida.

Ahora podía pensarlo sin prisas, repasar lo vivido, la soledad de los años la cercaba y era una manera de escapar de ella. Se rendía una y otra vez al recuerdo de aquella historia de pasión, que por otra parte, siempre le había parecido irreal para los tiempos que corrían. Un amor que la había despertado del letargo en que se había convertido su existencia, que le había dado las alas precisas para ser ella misma.

Siempre creyó que había sido feliz en su matrimonio, hasta que un día se encontró con un divorcio que la cogió por sorpresa, su marido había encontrado otra más joven, más escultural, más tonta. Ahora llevaba seis años de soledad no buscada, al final terminó acostumbrándose a ella.

Aborrecía el trabajo que tenía aunque no le quedaba más remedio que soportarlo. No tenía familia, ni hijos, él nunca quiso tenerlos y ahora podrían haberle hecho compañía. Llegó a la conclusión que hubiera sido una forma de posesión, unas redes de las que él no habría sabido escapar y así accedió a sus deseos de no tenerlos. Siempre pensó que era lo único que echaba de menos.

Pero para llenar ese vacío y algunos otros de los que no era consciente, se sumergía en la belleza que le rodeaba. Era lo único que la hacía sentir que estaba viva, sentarse en el rincón que había elegido en el parque del Retiro a leer poesía, a escribir sus pensamientos, sólo para ella. Nunca mejor definido el nombre de su lugar preferido: El Retiro, era su refugio aún a la vista de todos.

La belleza de la música era su tesoro, siempre que podía acudía al Teatro Real pero nunca a los estrenos, era muy difícil conseguir entradas y, hacer largas colas para ello era algo que con los años ya no podía, aunque se perdiera lo más placentero de ellas, ir a la churrería del pasaje de San Ginés a por unos deliciosos churros para hacer más corta la espera.


De esas largas colas había logrado algo bueno, había trabado amistad con uno de los empleados del teatro y éste le dio la solución para entrar sin hacer colas. Le dijo que fuera siempre cuando asistía el cuerpo diplomático y a una señal suya entraba con los demás, así consiguió ver muchas obras que no hubiera podido disfrutar. Con el tiempo hizo buenos amigos que le abrieron las puertas para conocer los entresijos del Teatro.


Una de esas noches, nunca la podría olvidar, coincidió con un caballero muy alto, también hacía lo mismo que ella para poder disfrutar de lo mejor. Sólo que él le sacaba unos cuantos años, al menos veinte, tenía el pelo casi blanco, pero eso no impedía que aún conservara su porte distinguido y unos ojos grises brillantes, con una luz que nunca había visto en ningún otro hombre.

Quizá, simplemente era porque el marco era el más adecuado para conocerse, quizá el momento era el elegido por el destino para encontrarse. Quizá, porque Tristán e Isolda era la mejor música posible para esa noche, la cuestión es que fue una noche inolvidable.

Su marido nunca la acompañó al teatro, ese era un placer que aunque había intentado compartir con él, nunca entendió. Así que descubrió que asistir sola, sin nadie que la molestara, era uno de los momentos que más goce le producían.

Pero esa noche, al coincidir con aquél caballero, decidió que podía ser una buena compañía y, le propuso que se sentaran juntos. Su común amigo se las arregló para que eso fuera posible, y así pudieron hacerse compañía.

Fue una noche mágica, quién sabe si por la música, tal vez por la novedad de tener a alguien a su lado que compartiera la belleza, que supiera deleitarse y participar de los mundos a los que era capaz de trasladarles.

Salieron del teatro satisfechos del concierto, había sido muy bueno y no paraban de conversar sobre ello. Resolvieron prolongar la charla tomando algo caliente en el Café de los Austrias que se encontraba muy cerca, y no platicaban de otro objeto que no fuera la música.

Él la había estudiado en toda su profundidad pero que no se refería sólo a una buena o mala ejecución de la partitura sino al concepto mismo. ¿Qué era realmente la música? Según los sufíes a los que había estudiado en todas las ocupaciones de la vida en las que la belleza ha sido la inspiración, hay música. No debía tomarse como un entretenimiento o un pasatiempo, “sino como el arte más sagrado de todos, porque es aquello que el arte de pintar no puede sugerir, aquello que la poesía necesita explicar con palabras, y que cuando el poeta no puede expresar se puede hacer con música”*. Ella le miraba atónita de tantas cosas que sabía y que le estaba revelando.


Se cayeron bien desde el principio y descubrieron que tenían muchas cosas en común aparte de la música, los dos escribían poesía y se citaron para tomar un café en el mismo lugar al día siguiente y compartirla. Se convertiría en una costumbre, y poco a poco fueron conociéndose, primero compartieron la música, al instante la poesía, un café vienés y terminaron compartiendo la pasión por la vida.

Sólo había un inconveniente y es que él estaba casado y con dos hijos ya mayores. Se había casado porque en aquella época era la mejor chica que había encontrado, pero se había equivocado. Él no era del mundo corriente, era demasiado sensible para lo que le rodeaba. Debió ser músico, tenía talento para ello, en su juventud había sido un buen pianista e incluso había compuesto algunas obras que había llegado a tocar en algunos locales.

Pero se dejó llevar por las decisiones de su padre que le aconsejó que lo mejor para ganarse la vida era ser ingeniero industrial y así lo hizo. Consiguió un buen trabajo en una multinacional, tenía una familia tradicional y una vida normal. Pero él nunca había sido normal y nunca lo sería. Su mujer era de las que jamás se preocupaba más que de las revistas del corazón, de los trapos y de exigirle dinero para vivir sin hacer absolutamente nada. Ni siquiera compartía con él sus pasiones, le decía que era un loco soñador y se convirtió en un solitario. Se refugiaba en su música, en su poesía y la sabiduría de las diferentes religiones del mundo. Las había estudiado todas en búsqueda de la verdad, y concluyó en recoger de cada una de ellas lo mejor y construirse su propia verdad.

Llevaba años sin tener relaciones con su mujer, ni siquiera dormían en la misma habitación, pero a pesar de ello no era mujeriego. No le faltaron oportunidades, en cualquier sitio las había y alguna vez lo había intentado pero cuando llegaba el momento buscaba alguna excusa y se marchaba. No podía, no por el remordimiento de serle infiel a su mujer, sino porque aunque eran mujeres bellas, no tenían nada más que el exterior.

Pero con Andrea era diferente, se había enamorado de su alma de artista, de su sensibilidad, luego de su físico. Ella era atractiva y la alegría que era estar con él le había devuelto la luminosidad a sus ojos verdes.

Siempre fue sincero con ella, desde el principio supo que estaba casado, pero a ella no le importó, por fin había descubierto lo que se dice tantas veces y que es muy difícil en la vida, un alma gemela. Alguien capaz de entenderla, de disfrutar de las mismas cosas y de amarla sin condiciones y, sin condiciones ella se entregó. La pasión surgió entre ellos de la misma manera que fluye la música en el interior de una cascada, suave, armónica y constante.

Vivieron años de auténtica placidez y armonía hasta que él por fin consiguió el divorcio. La ceremonia de su boda sólo fue un trámite burocrático para que ella no quedara desprotegida en la vejez, porque en realidad se habían casado un 5 de mayo de aquel año en el que se conocieron. La estancia era sencilla, porque Andrea era una mujer sencilla pero que necesitaba de la armonía a su alrededor para vivir. Estaban solos, no necesitaban a nadie, ni testigos ni papeles. Sólo la música, una mirada de consentimiento y nada más que la pasión que les inundaba.

Ahora ella lo recordaba sentada en su banco del parque, él ya se ha ido y pronto se reunirán. Caía la tarde, una hermosa tarde de otoño, su estación preferida.


*La música de la vida. Hazrat Inayat Khan

© Alicia Cabrera
(10 septiembre de 2006)

lunes, enero 08, 2007

Sentimentalismo
Por: Rol-on Norsan

Le dije al agua
qué hacía con tantas estrellas
y me ha respondido
que estaban sedientas.

A las estrellas
que por qué el rocío
y me han respondido
que a ruborizarse

habían subido

Y al mar le he preguntado
por qué tanta esperanza
y ha respondido que en tierra
estaba encallada.

Y a las flores
a qué había bajado el cielo

a hacerse pequeño.

Finalmente he interrogadoa mi alma:
¿qué haces con las estrellas y el rocío
con el mar y la esperanza,
con el cielo y las flores
con el agua?

Y me ha respondido:
Estoy enamorada.


viernes, enero 05, 2007

Un sol diferente en la mañana…

Por: Nicolás González Gutiérrez

Cientos de rayos de un sol que hasta ahora empieza a elevarse en el cielo, se cuelan juguetonamente por la ventana y me despiertan del sueño pesado y difuso del año anterior. Un nuevo aire se respira a cada segundo, purificando los pulmones con ilusiones nacientes como semillas sembradas en un fértil terreno que ansía transformarse en un campo lozano y colorido.

Ataviado todavía de una pereza mañanera corro la cortina y me deleito con la vista que tengo; reboso mis ojos con las hectáreas de papel virgen y diáfano que se extienden hasta el infinito esperando a ser escritas, a ser labradas con las herramientas de tinta; miro el cielo y siento un inmenso júbilo de saber que en aquellas nubes colmadas de sol, trabajan los soñadores de las artes y del alma en nuevas expresiones que darán a conocer al mundo entero aventándolas en la brisa que llega a todos los rincones.

Es un nuevo año, una página más del manuscrito de mi vida; no puedo negar que esto me trae un poco de nostalgia. El año anterior, se ve tan lejano que cuesta creer que apenas hace unos días todavía firmaba los poemas y los cuentos con una cifra que ahora hace parte del arrume de números finados en la bóveda del pasado. Pasaron los segundos y las horas acarreando en sus espaldas triunfos y reconocimientos que parecían utopías en tiempos del ayer. Fue un año lleno de sucesos y trajines en lo personal, en lo académico e incluso en lo laboral.

Parece que mis palabras fueran las de una persona que tiene una trayectoria de vida llena de experiencia, pero no, mis frases resultan ser tan ingenuas y tan incompletas como las de un infante que cuenta sus hazañas en el juego del día anterior. Lo que sucede es que tengo la costumbre de trascender las cosas por más que estas sean triviales. No puedo hacer absolutamente nada para remediar ello; me gusta escribir, mi corazón bombea más tinta que sangre y esto hace que vea en los pequeños detalles, los más grandes universos.

Para muchos el cambio de año es algo banal y sin mayor importancia, es sencillamente el transcurrir de una noche y la llegada de la alborada, pero para muchos (porque se que más de uno piensa lo mismo que yo) el cambio de año es un suceso extraordinario. Así como la nueva luz puede renovar viejas tristezas y mantener el corazón en una pesadumbre rutinaria, también puede ser presagio de gratificantes fenómenos. De cualquier manera, la llama que con su desaparición da paso a una nueva hoguera hace mella en el pecho de las personas.

Yo siento que este 2007 es la puerta que puede ser abierta para recibir cualquier tipo de sorpresas. A lo mejor es la corriente de inspiración artística que por momentos nos abandona para ir a dar la vuelta al mundo y regresar con nuevas y fantásticas ideas para nuestro deleite y producción. O puede también ser la apertura de una vorágine de conocimiento, de academicismo, de formación para la vida. O sencillamente puede ser el arcano que muchos esperamos nos revele paulatinamente el destino. Cualquier cosa puede ser, los dados de la vida pueden dar muchas vueltas antes de exhibir la cifra de lo que viene.

Y aquí estoy, mirando por la ventana, desvariando como siempre, pensando en todas las locuras que he de escribir, en todo lo que he de pintar y todo lo que he de actuar en este año incierto que mueve los hilos de mi cuerpo de marioneta de la existencia en un sol diferente…