jueves, noviembre 02, 2006

Canción de la lluvia nocturna
Por José Luis Hereyra. Escritor, poeta, traductor, periodista y docente internacional bilingüe, nacido en Barranquilla, Colombia. Estudió Filología e Idiomas en la Universidad del Atlántico e Inglés y Francés Avanzados en el prestigioso Instituto de Lenguas Modernas- ILM de Barranquilla. Es, además, Licenciado en Español y Literatura en la Corporación Universitaria del Caribe-Cecar. Ha publicado los libros; "Memoria No Inicial", Editorial Lealón, Medellín, 1985; "Esquina de Seis", Editorial Lealón, Medellín, 1989; "Direcciones del Cielo", Área Metropolitana, Barranquilla, 1996; "Kilimanjaro, Corazón Helado", Ed. Cecar/IDC, Sincelejo, 2000; "Casa de Luz", Ed. Asterión, U. del Atlántico, 2002.

La fina lluvia barre el techo
y no se decide a caer
de una vez por todas.

Lejos está mi hogar.
Lejos está mi techo.

Pero la noche es un ritual
de uno de los dos rostros
del Universo.

Está del otro lado del mundo el sol
que ahora a otros ilumina.
Sobre mi corazón el silencio.
Y la tiniebla.

Y no acierto a saber si quiero seguir vivo
o si empujaría un poco las sombras
hacia el descanso eterno.

¡Que falta me hacen María Teresa,
con su carita de koala,
Almita con su voz recién nacida
cada vez que habla
y Orianita con su decisión
de ganadora sentada en la ternura!

Truena, y es entonces cuando cae la lluvia.
Pero hasta los truenos se han ido quedando
muy solos.

Rasga la noche uno que otro relámpago.
Ya muy lejos.
Yo me he levantado a escribir
sobre la lluvia fugitiva.

Sé que nunca la lluvia
ha lamido la noche para destruir,
pero éste es un país lleno de sangre.

Y no es suficiente la lluvia
para lavar tanta muerte.

Entre nosotros el pan de cada día
y el café caliente persisten
aún a pesar de la sangre derramada.

Truena a lo lejos.

Yo amo la lluvia.
Y el silencio.
Y llueve.

*Los textos fueron publicados con el permiso del autor



1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo amaba la lluvia hasta que sin querer un día la ate a un mal recuerdo, a un suspiro que no libera, sino que ahoga.
Ahora cada vez que llueve, cada vez que estoy bajo ese recuerdo que un día me hizo tan feliz no se ni como ni que sentir.
Cada vez que llueve me quedo allí, vacilante, entre el recuerdo y un sinsabor.
Adriana Guio, Planeta tierra