martes, noviembre 28, 2006

Fragmentos de Vida
Por: "Animah"
Foto: "El deseo de la mujer"- Oleo sobre lienzo - Nicolás González Gutiérrez

Permitir que la memoria active aquellos “yo” que creíamos muertos, que nos miren a los ojos y nos recuerden todo lo que significó vivir un amor en libertad. Permitir que la certeza absoluta, sobre la imposibilidad de este amor, se rompa, a través de una pequeña fisura, que no es otra cosa que sentir que mi cuerpo reacciona, frente a las palabras del otro. Permitir que todo esto ocurra, en instantes que se imponen, a los cientos de días de ausencia, borren el pasado y te trasladen a un eterno presente.

Hace días que su imagen se enreda en mi cuerpo y en mi alma, como una segunda piel…

De nuevo emerge la imagen de la amazona y de la orfebre. Quizá ahora, ya no disociadas como antes, sino en una extraña alquimia, que las funde y produce algo nuevo. Hoy me despertó este cuerpo a gritos. Hoy me despertó un cuerpo que si bien reconoce su ser guerrero, también sabe de su capacidad para estar en el mundo, dispuesta para el amor. Hoy la amazona, la guerrera, reclama su lugar, no para destruir, sino para luchar por el amor…

Ayer asistimos al ritual por los niños, que murieron a propósito del atentado al Palacio de Nariño. Después de este ritual en el cual miles de habitantes de Bogotá nos unimos para rechazar la muerte de niños y niñas, involucrados de manera absurda en este conflicto, me sentí vacía. Las lágrimas afloran hoy con facilidad y un profundo sentimiento de rabia y al mismo tiempo de ternura, me invaden. Rabia por la impotencia que sentimos frente a esta violencia sinsentido y devastadora, ternura al recordar, los cientos de niñas y niños que ayer cantaron por la vida ¿cómo salir de este momento demencial y destructor? Y de pronto recuerdo un fragmento de Antígona cuando exclama, en Tebas frente al cadáver insepulto de su hermano Polineces: “No he nacido para compartir el odio, sino el amor”.

Esta guerrera efímera, cuya pasión conozco.
Esta amazona ambigua, cuyo temor me asusta.
Acaso no está siempre, acechando mi vida,
¿Arrojando destellos de incertidumbre y muerte?

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